Tres naranjas amordazadas. Una de ellas perdió la vida.
Cinco baldosas que a balazos se dividían.
Dos cajas viudas. Los flacos han muerto en batallas de
besos.
Una botella a través de la cual se ve aquello que quedó.
Se deja ver ahí, cruda la muerte entre el agua y el barro.
Todo terminó ahí en ese vistazo.
La vida sigue y la muerte pasó.
Luciano Ezequiel Cabrera
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