domingo, 27 de noviembre de 2011

Solo un sujeto

En el asedio de una tarde húmeda y gris, el hombre se irguió sobre sus cuatro piernas e intento absorber el poco aire que quedaba dentro. Como cada tarde daba una vuelta alrededor de las frías paredes de cristal. Casi no quedaba lugar para vivir, o caminar. Sus excrementos ocupaban más de un tercio del espacio. Pensó que debería intentar formar una gran montaña y así escalar y tocar la punta de este atalaya en el que se encontraba inmerso.

Al terminar su camino el incansable sujeto, apoyó su enorme cola sobre una rama, y su cabeza desproporcionada contra la gélida pared, para así descansar, hasta llegar a la antigua tarde de ayer que será igual a la de mañana.

Esa fue una noche distinta, descubrió que el aire se acababa, que aquel dios que lo rodea día a día, sumiéndolo en la oscuridad, con su enorme extremidad no había llegado. Su alimento escaseaba.

Aquella magnificencia de cada día, no ha llegado en el momento indicado. 

Descansar se torna imposible, su preocupación ocupa más espacio dentro de su cuerpo que el que está dispuesto a entregar.

La muerte se acerca, el alimento se ha acabado. La desesperación lleva a este silencioso ermitaño a la locura. Divagó tirado entre los excrementos y las frígidas paredes. Pensó en el tiempo, el universo, el sentido de su existencia en ese húmedo lugar. Dudó, la decisión de vivir muriendo lo atrajo. Dudó, su carne putrefacta no tendría buen sabor. Dudó, las duras paredes reflejaban su alicaída figura, se vio moverse involuntariamente, dudó. 

Dudó y se transformó en parte de su propio excremento.


CABRERA, Luciano Ezequiel