sábado, 14 de noviembre de 2015

Antigua dama de compañía



Distraído estoy. No tengo muchas ganas de nada.
Sólo viviría escuchándote, música.
Quieto, algo desquiciado.
Cada vez menos concreto.
Todo pasa por el nuevo objetivo ahora…
La mente se colapsa.
La vida me rebalsa… como yendo rumbo al Este, en una balsa… y de a poco me sumerge...
Me dejo.
No me quejo, lo vivo.
Estimo el estilo que tenés, música. Qué ganas de vivir en tu voz/s…
Sentir lo clásico, los instrumentos olvidados… Esas cuerdas que chillan melancólicas.
¡Qué pulcra sos, mi estimada! ¡Qué delicada!
De pronto vivo aventuras animadas en recuerdos de borrego.
Música querida, me hacés re-vivir.
Estridente sonido que ayuda a despojar, que alcanza pretensiones literarias en mí.
Qué ganas de vivirte en arte plástica, de garabatear a tus órdenes. De procesar tus anhelos, y los míos.
Qué profundo vas, me removés.
Y así, ¿cómo no enamorarme de vos, querida? ¿Cómo no sentir las mariposas de tus flautas traversas y otros vientos?
¡Qué desprolija! ¡Qué insensata! Despertás de todo, en cualquier época.
¡Cómo me gustas, caramba!
Lo bueno es que no importa tu edad. Me hacés vivir tu momento, aunque ahí en el tiempo estés anclada.
Te traen y me hacés vivir en Buenos Aires, allá por los sesenta o en Italia un tanto antes, o en los ochenta de los ingleses…
Simplemente a veces tengo cuarenta pirulos y otras ciento y pico… ¡Qué hábil sos, che! Sos la mejor de las veteranas.
Me llevás de paseo, por mi historia, por la tuya…
A estos tangos tuyos los vivo con aroma a café y estrellas desencontradas entre la bruma húmeda de la noche.
Y de golpe, ¡me castigás con tu alegría!
Me vestís de gala, me llevás de visita por los estados de ánimo.
Querida… ¿acaso no sos perfecta?
Tan amplia… Tan vieja…
¿Quién diría que iba a enamorarme de vos? Gorda y vieja. Tan persuasiva… tan vos... ¡Carajo!


Luciano Ezequiel Cabrera

martes, 22 de septiembre de 2015

La puerta a la felicidad


¡Vos también estás a tiempo! 
Sentite bien, tené' esa chispa. Las croquetas adaptadas son tu salvación, ¡por solo diez euros!¡Ser original es una decisión! Las croquetas adaptadas reactivan el funcionamiento cieurológico y potencian la cicatrimina en la zona frontal de tu cerebro. Éste aumenta gradualmente su capacidad para ser creativo. Día a día te transformaras en un ser extraordinario y muy original ¡por tan solo diez euros!
Y lo mejor, los efectos secundarios recién aparecen después de la quinta croqueta.
¡No temas, animate!
Las croquetas adaptadas son tu puerta a la felicidad.
No olvides: ¡ser original es una decisión!

Sólo diez euros… y ¡dejá de sufrir!  

Luciano Ezequiel Cabrera

Una mirada a la vista


Vi fluir un rio de lágrimas de a rato divertidas y por momento reales. Una escaramuza achinada entre la alegría y la búsqueda de respuestas. Un alma que vibra entre filamentos, rodeada por brillo de picardía. La complicidad ardía en el recorrido. Sólo medio metro.
La mirada comunica que hay distracción, no del momento, sino del contexto real.
Los límites se trasgreden en la conexión. Por momentos me contó y respondió, me criticó y hasta se dio el lujo de decirme lo que pensó cuando por primera vez nos cruzamos.

Esa mirada dijo: ¿Qué demonios estamos haciendo? Y disfrutó con ganas el acuerdo intrínseco de no contar lo que no se mostró. ¿Es esto ambiguo? ¿Acaso este cruce no lo es? 

Luciano Ezequiel Cabrera

Memoria de un último destello



Levitación áspera, latir del viento;
un giro cromático y quedó sin aliento.
Estruendo, sonido y allí distinguido
en pasadas épocas, está sumergido.

Caen murmullos, cantos, reflejos
en patio terso, revuelto, disperso.
Se ve la garúa mojar con ternura;
la hamaca se mueve, no tiene mesura.

Al cabo de un tiempo se prende y se rompe
el espejo de pronto y vuelve a ser hombre.
Se ve en esa cama queriendo abatir,
no se lastima, decide partir.
Luciano Ezequiel Cabrera

Los países primos.


En el Este de la capital del país de por allá, Alabama y él estaban tomando un té despistado. Al parecer tomaron la sal por confusión.
Golpeaba la mesa con la mandíbula, de tanta risa. Golopo pisaba fuerte el piso acompañando una carcajada en cámara lenta. Se veía el regocijo en las miradas, como si estuvieran unidos por una pequeña pincelada de un material similar al reflejo de un diamante solo perceptible con algo de picardía.
De fondo se oían truenos.
Galatea, ladraba, confundida. Gritos de alegría, golpes y un clima caldo y chicloso la rodeaban.
Desde la otra provincia del país primo (¿por qué considerarlos hermanos?, ¿Sólo por lindar?) estaban Angustio con Etiopía, llorando desconsolados bajo la gran estrella. Cicerón, su perro, dormía (francamente tenía que estar él aquí para lograr el justo desequilibrio).
Alabama tomaba whisky con Golopo. Ahora un par de copas, luego otras. La alegría quedó en veremos, cuando el cielo despejó y el alcohol perforó las mejillas de Alabama.
Angustio secó los ojos y propuso un brindis. La loca sacó la soda para no pasarse. Su experiencia le contaba al oído anécdotas de destrucción y resacas.
Cayó la estrella tirada por el gran satélite.
Angustio tomó el sifón y baño en risas la amarga situación.
Ahora dormía Galatea. La situación empeoró conforme los ojos de Golopo se acercaban al color carmín de su nariz. Alabama mató con la taza de té y propuso la última curda para su amado.  Con la primera gota colorada que brotó de su nariz él entendió todo.
Por los países húmedos la risa se transforma en llanto. Donde antes imperaba el dolor y la estrella, ahora la luna y las sonrisas, ganan por goleada.


                                                                                                            Luciano Ezequiel Cabrera

El reflejo del agua


Tres naranjas amordazadas. Una de ellas perdió la vida.
Cinco baldosas que a balazos se dividían.
Dos cajas viudas. Los flacos han muerto en batallas de besos.
Una botella a través de la cual se ve aquello que quedó.
Se deja ver ahí, cruda la muerte entre el agua y el barro.
Todo terminó ahí en ese vistazo. 

La vida sigue y la muerte pasó.

Luciano Ezequiel Cabrera

Los metros que los distancian


Que el ciego que no ve, mira con el alma
Que el sordo que no escucha toca con el aura
El mudo continúa la historia con el espíritu y la mirada.
Imagine ahora a dos ciegos que se baten a duelo en combate de esgrima inolvidable.
Nunca hay pasos hacia atrás, no ven si hay un fin.
Los floretes no se tocan, erran a metros.
Sacuden los bastones blancos, uno de ellos olvidó desplegarlo.
Corre el otro con ventaja si se acercan con violencia. Imagine usted el encuentro cual batalla a caballo de los caballeros de la Edad Media con los escudos, armaduras y largas lanzas. Si estos muchachos se abalanzaran claramente, el perdedor está cantado.
Nadie le avisa, el público es mudo, los miran y vibran con silencio absoluto.
Quisieran pararse y golpearlos ambos, pedir que se apuren o direccionarlos. Todos son gritos sordos para ciegos.
Los sordos tenían la entrada prohibida.
Piense ahora usted en un estrado de sordos y mudos. Unos queriendo explicarle gritando a otros que no responden, porque aunque pudieran no serían oídos. Los gritos cada vez serían más fuertes y terminaría por cortarse el espectáculo; los ciegos no podrían concentrarse por los gritos de los sordos a los mudos.
Imagine ahora usted que mientras yo desvarío contando todo esto los ciegos siguen a tientas.
El acercamiento se produce al fin… Suponga que han pasado sólo algunos momentos. Ambos están sumamente transpirados y cansados cuando el fin llega. El Hombre no vidente del bastón blanco extendido toca al fin algo sólido y vertical y se oye el sonido paradójicamente sordo de un cuerpo al caer. El árbitro de la disputa cae al suelo y el ciego del bastón replegado tira el último golpe al aire colisionando con el puño en la pálida mejilla de su contrincante.
El público ensordece. No puede pretender usted que un mudo enmudezca por claras razones.
Por supuesto, en la esgrima no se permiten los golpes con la mano y finalmente, de la gresca, sale victorioso el ciego del bastón prolongado.


                                                                Luciano Ezequiel Cabrera