martes, 17 de enero de 2012

Un mal momento

En una historia olvidada se encontraba un personaje perdido que estaba a punto de colisionar contra un muro cuando al creador del relato se le acabo la tinta de la birome. Como la tinta se acabó el escritor tuvo que salir para ir al quiosco a comprar una nueva lapicera. Al cerrar la puerta dejó olvidada la llave dentro. Caminó enojado hasta la cerrajería, cuando llegó a la misma descubrió que estaba cerrada por vacaciones y que en vez de un número de emergencia figuraba la dirección de otra cerrajería que quedaba a unas treinta cuadras. Decidió caminar ya que el día estaba lindo y al rotar sobre su pie izquierdo su rodilla se quejo mientras el derecho se enterraba en las eses de quien sabe que animal. Ante la locura del momento decidió acelerar la marcha y arrastrar los pies hasta llegar al final de los canteros de una casa cercana. En el camino, mientras su rodilla izquierda se quejaba porque debía hacer fuerza ya que la derecha se había dignado a limpiarse en los húmedos pastos, una pobre flor cayó tras una patada y de ella una abeja alborotada zumbando voló hasta su nariz colorada.
En ese momento la abeja decidió dejar su vida en la venganza y martillo sobre la enorme nariz con su pequeño y ponzoñoso aguijón. Pasaron dos segundos hasta que el sujeto se dio cuenta del ardor que sentía no solo por la picadura sino porque estaba realmente bronceado cual camarón, por caminar vagamente durante horas en la vereda del sol. Por un momento se paró y pensó que debería apresurarse en llegar a la cerrajería porque si la misma cerraba iba a tener muchos inconvenientes para poder abrir su casa. Divisó una bicicleta apoyada sobre un árbol y como quien dice, la tomó prestada por un momento. La levanto y la llevo hasta la esquina caminando (porque estaba en una subida) y desde la esquina se largo en bajada. En unos minutos había hecho el doble de lo que había caminado. Cuando pudo ver la cerrajería decidió frenar, y descubrió que los frenos eran solo dos palancas frustradas que no hacían más que bailar. Por su falta de experiencia intentó varios métodos para aminorar la velocidad pero al cabo de diez cuadras terminó en un intento de coleada tirado en el suelo con varias heridas y su pobre ropa nueva totalmente descangallada. Tras un llanto espasmódico al darse cuenta de que se encontraba a la misma distancia de la cerrajería que antes de subirse a la bici, pero con la diferencia de que mucho más lejos de su casa, comenzó el camino de vuelta hacia el tan preciado local. En el camino encontró a un niño, sucio y andrajoso, de mirada cálida que estuvo a punto de no pedirle limosnas a un sujeto que parecía en igualdad de condiciones que él. Pero en la escuela de la calle se aprenden muchas cosas como por ejemplo que, el que no arriesga no gana, así que el chico probó suerte y pidió una moneda. El hombre, intentando hacer una buena obra y buscando cambiar su suerte tanteó su bolsillo trasero izquierdo en búsqueda de su billetera. Al tanteo por fuera sintió un bulto extraño y golpeteo para escuchar el sonido que odio haber escuchado. Ahí en ese bolsillo estaban las llaves y lo peor, no había rastros de la billetera.
CABRERA; Luciano Ezequiel

jueves, 5 de enero de 2012

Caminó hacia el sol

Erase una vez un sujeto que caminaba hacia el sol. Un hombre honrado por la vida y deshonrado por su familia. Un solo tipo que caminaba sin ton ni son hasta tocar los rayos calientes de una tarde de invierno.
Se puso a pensar, a deducir, esperó.
En invierno el viaje sería más largo y por eso lo emprendió. Decidió llegar y acelero para levitar. Su viaje se completo con miles de contratiempos. Su vuelo en las tormentas frescas de julio lo llevaron a descansar un poco en las nubes, a disfrutarlo. Sabía que era el ultimo rato de refrigerio que le quedaba hasta la inminente llegada al paraíso anaranjado de la ultima noche. Algunos truenos enfurecidos luchaban por correrlo del poco espacio que había entre las gigantescas nubes. Luchó.
Hasta que encontró el silencio, lo tomó, se aferro a él.
En unos segundos todo se torno oscuro y descubrió que esas pequeñas luces que veía desde abajo se encontraban aún más lejos que su objetivo. Sufrió en la tremenda oscuridad, ésta lo cubrió.
Pero siempre tuvo en vista al final del camino, esa luz que lo llevaba a su destino.
La siguió y su final llegó, la luz lo cubrió y su camino al sol se concretó.
CABRERA;  Luciano Ezequiel